Fiebre en las Gradas, de Nick Hornby

El fútbol dentro de la literatura (y el deporte en general) es tan escaso que apenas puede llamársele género. Y en cuanto a su calidad... Bueno, digamos que los estándares no suelen estar a la altura.
Por eso es tanto más sorprendente encontrarse con un libro como Fiebre en las Gradas. Leído en su época, y releído hoy, sigue conservando su primacía en la narrativa futbolística. Y, aunque eso es difícil de afirmar, creo que puede atrapar tanto a los futboleros como a los que no lo son.
Hornby se pone en primera persona para relatar la vida de un obseso, de un hombre casi ridículo, de un hincha, en este caso del Arsenal, y que se llama Nick Hornby. No sé cuánto de autobiográfico hay en la narración, e importa poco; lo que importa es reconocer como reales ciertos comportamientos ya vistos en los aficionados al fútbol, e ir más allá del simple reconocimiento y pensar sobre ellos, sin perder por esa reflexión la agilidad, el humor y la fluidez narrativa. Es más difícil de lo que parece.
Hornby nos describe el comportamiento de alguien que rige su vida según el calendario de competición de su club. Narra un amor compulsivo y fiel, más duradero que cualquier otra cosa que suceda en la vida (Vázquez Montalbán, otro de los escritores que reflexionó sobre el mundo del fútbol, decía que una persona, en el transcurso de su vida, puede cambiar de ideología, de partido político, su sentido del voto, de religión, de pareja, renegar de su familia, cambiar de trabajo, de profesión, de estilo de vida, de nacionalidad, de domicilio, de todo lo imaginable; pero es rarísimo que cambie de fidelidad a los colores de su equipo de fútbol).
Todo lo cual está muy bien, pero Fiebre en las Gradas no es un ensayo, aunque sus reflexiones bien pudieran dar lugar a uno. Es una novela, y Hornby la hace avanzar con humor, con exageración de situaciones, con la caricatura deliberada de una persona con una manía inofensiva que rige su vida y que se examina a sí mismo admitiendo su hándicap, pero también reconociendo que esa pertenencia le hace, no sólo peculiar, sino mejor.
La exahustividad de este análisis es total. No hay aficionado en el mundo que no pueda reconocer los síntomas, las situaciones, las sensaciones. No hay alguien no aficionado que no reconozca a un conocido, a un amigo, a un marido tal vez (y sí, hay aficionadas en el libro, y un análisis de las diferencias con sus colegas masculinos).
Y leído hoy es en extremo clarividente. El hooliganismo, la evolución del fútbol, el alejamiento deliberado de los aficionados populares de los estadios para favorecer la entrada de espectadores de clase más alta y mayor poder adquisitivo, la interferencia de la televisión y sus derechos de retransmisión, la inflación desmesurada en el coste de los fichajes, la crónica mala administración de los clubes, todo aparece y, veinte años después, casi todo se ha confirmado.
Pero, más allá de lo analizable, es una novela estupenda. habiendo leído a Hornby, uno ya puede detectar un hilo conductor en toda su obra. Nick Hornby siempre habla de personajes solitarios, de personas que tienen un problema de socialización y que se refugian en una manía o afición. Y que, no obstante, son buenas personas, que quieren compartir esa afición y aspiran, en el fondo, a una vida normal en compañía de sus semejantes, compartiendo con ellos las alegrías que esa manía les produce. Hornby es un obseso por el Arsenal, pero esa obsesión, más que convertirlo en maniático, lo hace humano, peculiar, sistinto. En suma, le hace escapar de la vulgaridad, que es la peor de las soledades, porque es todavía más común que ser hincha de fútbol.

(Fever Pitch)
Eds. B, col. Tiempos Modernos
Barcelona, 1996 [1992]

Existe reedición en Ed. Anagrama
Portada y sinopsis

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