El Hombre y la Víbora, de Ambrose Bierce

Si en sus cuentos de soldados Bierce ejercitaba su amargo ingenio sobre y contra las crueldades de la guerra, en sus cuentos de civiles se mostró, por una parte, un sucesor de Edgar Allan Poe más que digno del maestro y, por otra, un precursor de la ficción terrorífica que vendría después.
En El Hombre y la Víbora, que ustedes pueden leer en los enlaces que figuran al pie de esta reseña, Bierce retoma el tema de la espera insoportable, del terror psicológico, de los insondables recovecos que pueblan la mente humana e, irónicamente, en un rasgo muy propio del autor, de los absurdos que nuestra propia mente nos obliga a hacer.
Un hombre está invitado en casa de un estudioso de las serpientes, casa en la que ya se han producido varios incidentes con reptiles que han aparecido fuera de su serpentario, y cuando se dispone a pasar la noche, descubre dos puntos luminosos bajo la cama. Se trata de una serpiente, y Brayton se dispone a hacer lo que cualquier hombre sensato haría en su caso, salir de la habitación y dar aviso del suceso.
Sin embargo, algo le impide a hacerlo. No el poder hipnótico de esos ojos de víbora, sino su propio orgullo. Salir de la habitación sería ceder el terreno, mostrarse cobarde; no a los ojos de los demás, reflexiona, sino ante sus mismos ojos, lo cual es intolerable para él.
Entonces, Bierce se lanza a una orgía de introspección y de monólogo interior del propio Brayton. Poco a poco, la obsesión por la serpiente crece. Brayton sabe que está ante un posible peligro, pero no sólo no quiere retroceder, sino que parece avanzar muy a su pesar. Y esa obsesión se vuelve cada vez más enferma, alucinatoria, irreal, bordeando los límites de la locura.
Hasta que se produce el final, por supuesto con sorpresa irónica y amarga incluida, que que hace que el relato sea de un humor negro inédito hasta entonces.
Todo lo que se explica en este cuento se ha visto. Después. Pero, hasta entonces, sólo Poe había llevado tan lejos unos instantes de sufrimiento mental, con la diferencia de que aquí, ese sufrimiento no es una amenaza directa (la serpiente está inmóvil; Brayton siempre puede evitar el peligro saliendo de la habitación), sino creada por la propia imaginación del protagonista. Es un relato sorprendentemente precursor de lo que con posterioridad se definiría como neurosis obsesiva, y como tal, una pieza a tener muy en cuenta.

(The Man and the Snake)
En Cuentos de Soldados y Civiles
Eds. Orión, col. Pruebas de Galera
Buenos Aires, 1975 [1920]
Traducción y prólogo de José Bianco

Texto en castellano de El Hombre y la Víbora
Texto en inglés de The Man and the Snake

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