Pues la Sangre Es Vida, de Francis Marion Crawford

Estamos ante uno de los mejores cuentos de vampiros jamás escritos. Lleno de detalles, con una ambientación perfecta y con un ritmo pausado y peculiar que, en forma de historia relatada por un tercero, avanza desde una situación inquietante aunque poética a una de inmensa desesperación. Y con los elementos de la narración vampírica perfectamente distribuidos y utilizados.
El relato pueden leerlo en los enlaces que figuran al pie de esta reseña. 
La evocación del escenario es magnífica, empezando por esa fortificación costera erigida en Calabria por Carlos V para defensa contra los piratas berberiscos. En un ambiente italiano que Crawford conocía por haber residido allí, el relato se abre con una imagen sobrecogedora. En la distancia, sobre una tumba próxima, parece dibujarse una figura yacente. Intrigado por ello, el visitante desciende para observarla de cerca, contemplado por el residente en la antigua fortaleza, quien, con la certeza del que sabe lo que sucederá, mira la escena con desapasionamiento. El visitante avanza y, en un punto, tras una vacilación, vuelve atrás sobre sus pasos. Ha llegado al lugar en el que, a partir de allí, la figura yacente deja de ser visible y sólo queda el túmulo. Con la misma sensación de lo ya visto, el propietario contempla cómo, cuando el intrigado forastero está sobre la tumba, la figura parece aferrarse a sus pies, intentar retenerle. Hay una historia allí, y sabe que tendrá que contarla.
La historia es la de la muerte de un indino que vivía en las cercanías y el robo del arcón con su dinero. Un robo que finaliza con el asesinato de Cristina, una muchacha nómada y de aspecto zíngaro enamorada del hijo del indiano, que sorprende a los dos ladrones enterrando el botín.
Angelo, el hijo, ha quedado sin un céntimo y con su vida arruinada. Cada vez más retraído, su vagar en la miseria le hace noctámbulo y melancólico. Y un día llega a las inmediaciones de la fortaleza, y ahí siente una presencia cercana, de tez pálida, labios rojos y colmillos aguzados, que le atrae y repugna a la vez.
A partir de ahí se forma un relato entre onírico, sensual y terrible, narrado con una pausa y una contención que no hacen sino reforzar su efecto. Esa circunspección narrativa, ese ceñirse a la frialdad de los hechos, los convierte en verosímiles más que ningún extremismo dramático; así, es posible percibir en toda su intensidad el horror de los cazavampiros (que los hay; ya hemos dicho que el cuento incluye todos los elementos del tema) cuando excavan la tumba y descubren el cadáver no muerto de Cristina. O cuando se transmite  por pura fuerza narrativa el ansia de su hambre una vez ha probado la sangre de Angelo.
Es difícil condensar tanta emoción en tan pocas páginas y hacer que, restringida a sí misma, se multiplique y crezca de tal manera. Francis Marion Crawford lo consiguió, y su relato puede que sea, tras El Invitado de Drácula, el más antologado del género vampírico. Con todo merecimiento.

(For the Blood Is the Life)
En The Penguin Book of Vampire Stories
Penguin Books
Londres, 1988 [1911]
Ed. de Alan Ryan

Texto en castellano de Pues la Sangre Es Vida
Texto en inglés de For the Blood Is the Life

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