Un Cec amb una Pistola, de Chester Himes

(Blind Man with a Pistol)
Eds. 62, col. Seleccions de la Cua de Palla
Barcelona, 1995 [1969]
Serie Coffin Ed Johnson y Gravedigger Jones nº 8

En Un Ciego con una Pistola (podría haber leído la versión castellana pero, francamente, la traducción es horrible), Himes se desencadena. Por supuesto, hay un crimen, y es eel que hará posible el sempiterno deambular de sus protagonistas, los policías de Harlem "Ataúd" Ed Johnson y "Enterrador" Jones, pero eso es una cotidianeidad tan normal que apenas tiene importancia. Tan poca que Himes ni se molesta ya en resolverlo. En cambio, Himes tiene gran cuidado en mostrarnos el caos en marcha en Harlem y, por extensión, en toda la parte negroamericana de los Estados Unidos. Dice Himes: «Un amigo mío, Phil LOmax, me explicó la historia de un ciego con una pistola que, en el metro, disparó a un hombre que le había dado una bofetada y mató a un inocente que leía pacíficamente el periódico en el otro lado del pasillo. Pense, caramba, es tal como las noticias de hoy día, los disturbios en los guetos, la guerra de Vietnam, las conductas masoquistas del Oriente Medio. Y después pensé en algunos de nuestros líderes alborotadores que instigan a los hermanos de raza vulnerables para que se hagan matar y se me ocurrió que toda violencia desorganizada es como un ciego con una pistola».
En este caso (y además del ciego con la pistola, que también aparece en la novela), la violencia desorganizada surge de tres marchas simultáneas que acaban encontrándose en un punto de Harlem; la de los adoradores del "amor fraterno", la de un grupo religioso de seguidores del "Jesús Negro", y la de los manifestantes del "Poder Negro". Una estúpida intervención de la policía blanca acabará desencadenando el enfrentamiento entre sí de estas tres manifestaciones y la violencia y el saqueo.
A falta de leer la inconclusa y final novela de la serie, Plan B (que sigue en el limbo editorial después de una única y fugaz edición en España, destino que comparten casi todas las obras de Himes, por demás), en la que el autor mataba a sus protagonistas, nada menos que el habitualmente reflexivo Enterrador Jones disparando a Ataúd Johnson antes de ser asesinado él mismo en un clima de apocalíptica revuelta racial total, llegamos a la conclusión de esta serie, un auténtico fresco del conflicto racial en Estados Unidos. Si su tono final pesimista (y de revuelta abierta) hoy parece irreal no es porque Himes fuera mal profeta, porque Himes no pretendía ser adivino. Chester Himes, en sus novelas, se limitó a denunciar un clima moral que pudo desembocar en aquello que temía que sucediera. Tuvo que hacerse un gran esfuerzo por parte de las autoridades y la sociedad civil para revertir la situación y hacer que Harlem, por ejemplo, dejara de ser un gueto para convertirse en el pacífico barrio que los que visitan y viven hoy en Nueva York dicen que es. Pero, insisto, el esfuerzo fue enorme. Y de no haberse hecho, Un Ciego con una Pistola o Plan B serían tal vez más crónica que ficción.
En El Avispón Negro, James Sallis se permite introducir un fragmento de conferencia de Chester HImes. Sallis es biógrafo (tal vez el biógrafo definitivo) de Chester Himes, de modo que no es ocioso que destaque estas palabras. Habla Chester Himes:
«Si al fondear en busca de la verdad, ya como escritor, como es mi caso, o simplemente como individuos que reconsideramos nuestras experiencias, si al fondear en busca de la verdad se nos revela la existencia en la personalidad del negro de la manía homicida, la lujuria, un patético sentimiento de inferioridad, arrogancia, odio, miedo y despecho, debemos admitir que es la consecuencia de la opresión sobre la personalidad humana. Porque estos son los horrores cotidianos, las realidades cotidianas, las experiencias cotidianas, la vida misma de los hombres y mujeres negros de América».

Portada y sinopsis de la edición castellana

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