Escala en Hawaii, de John Ford y Mervyn LeRoy

SESIÓN MATINAL

(Mister Roberts); 1955

Director: John Ford, Mervyn LeRoy; Guión: Frank Nugent, Joshua Logan, sobre la obra teatral de Thomas Heggen y Joshua Logan, basada en la novela de Thomas Heggen; Intérpretes: Henry Fonda (Teniente JG Douglas A. "Doug" Roberts), James Cagney (Capitán Morton), William Powell (Teniente "Doc"), Jack Lemmon (Alférez Frank Thurlowe Pulver), Betsy Palmer (Teniente Ann Girard), Ward Bond (Cabo Dowdy), Phil Carey (Mannion), Ken Curtis (Marinero Dolan), Harry Carey Jr. (Stefanowski); Dir. de fotografía: Winton Hoch; Música: Franz Waxman.

O la guerra en miniatura. Y en clave de comedia, con sólo la más mínima tintura de drama. Mister Roberts (el título español es erróneo, aparte de demencial) es la historia de un barco de transporte de segunda o tercera línea en la campaña del Pacífico, cuya mayor hazaña bélica es haber batido el récord de transporte de papel higiénico. Tal como suena. Allí se concentra un microcosmos formado por un capitán tiránico (Cagney), un segundo oficial humano que se le enfrenta en defensa de sus tripulantes (Fonda) y que ansía por encima de todas las cosas "hacer algo" en la guerra, un médico de a bordo pragmático (Powell) y un alférez que quiere y no puede convertirse en Doug Roberts a causa de su falta de valentía moral (Lemmon, en el papel que le dio su primer oscar), junto a un corifeo de marineros que, como es lógico, aborrecen al capitán y adoran al "Señor Roberts".
Duelo interpretativo de gran altura, los cuatro protagonistas están espléndidos, y sobre ellos descansa la totalidad de la película, que sorprende por su mismo planteamiento. Comedia efectiva (y algo efectista), se beneficia de la veteranía y buen hacer de su dirección bipartita (de hecho, tripartita, puesto que Joshua Logan también intervino, aunque no sea mencionado en los títulos de crédito).
Pero, aparte de diversión (y es muy divertida), la película y la obra de la que proviene lleva además una curiosa carga, y es la de la reflexión sobre el heroísmo y el deber. Morton es el prototipo de militar mezquino. Ha encontrado un lugar insignificante donde ejercer su tiranía, y allí se siente a sus anchas; ansioso de reconocimiento y honores, sin embargo no tiene la menor intención de pedir un destino de combate (ni sus superiores de concedérselo). De su talante y de cómo ha sido comprendido por los mandos habla su mayor recompensa: una palmera enana, que él cuida y atesora como si fuera la medalla del Congreso; algo tan ridículo que no puede ser entendido más que como una broma que él se ha tomado en serio.
Pulver, que quiere ser un héroe, un héroe pequeñito, pero al que le falta valor, por lo que se convierte en un bocazas.
Míster Roberts, que ansía, no ser un héroe, sino tener la posibilidad de serlo; cuya monomanía es pedir el traslado a primera línea, un traslado que conseguirá para obtener una muerte estúpida en una de las últimas acciones de la guerra. Sin embargo, este traslado es en el fondo un heroísmo mal entendido, una traición a los hombres que confían en él: es el último y único baluarte de los marineros contra la arbitrariedad de Morton. Pero él quiere "hacer algo más", y se intuye que ese algo es un asunto que considera más noble. Cuando, tras morir, es recordado por sus subordinados, lo rememoran por el valor moral que demostró en una posición no combatiente, por su humanidad, en una insinuación clara de que, tal vez, ese es el auténtico heroísmo.
Quizá el personaje más equilibrado en sí mismo es el teniente médico: sabe donde está, y no quiere ni algo mejor ni peor; sólo cumplir su deber, dentro del reglamento y fuera de él, como cuando confecciona whisky a base de una cocacola, alcohol clínico y pocos elementos más. Desde luego, es el personaje que mejor comprende su posición en el mundo, y también la de los demás en él.
Película espléndida y divertida que, sin ser una obra maestra, sí se eleva por encima de lo normal en el cine y que, además, tiene mucho más que decir de lo que aparenta.
Tráiler:

btemplates

2 comentarios:

David B dijo...

Muy interesante. Muchas gracias. No he visto esta película, aunque había oído hablar de ella. Y la tenía por una tontada. Tus observaciones me han despertado las ganas de verla. Y, sobre todo, de verla con otros ojos.
Gracias de nuevo.

Lluís Salvador dijo...

Hola, David:
O Bowman, que es como te conozco de otros blogs y del foro pérezrevertiano. Bienvenido a este blog, y siéntete con total libertad para opinar y comentar lo que te plazca.
Bueno, en primer lugar creo que un John Ford, cualquier John Ford, ya es interesante echarle un ojo. Pueden ser desiguales (La Taberna del Irlandés), pero siguen teniendo escenas que no aparecen en ningún otro lado.
Y respecto a Míster Roberts, lo cierto es que ya cuando la vi (de joven), me dejó el regusto de la duda. ¿Por qué se empeñaba en dejar a esos marineros desamparados frente al capitán? Y sobre eso se piensa, y después se vuelve a ver, y uno se ríe (porque, insisto, es divertida) y vuelve a pensar, y entonces uno descubre un mensaje que no sé si era consciente o no, pero que está ahí. Al fin y al cabo, piensa uno, no hay nada de malo en transportar papel higiénico para las tropas. De hecho, lo malo sería no hacerlo. Y lo malo es que el capiotán de ese barco lo transporte como lo hace... Y de allí a sacar conclusiones. Y (sonrío) lo mejor de todo sería montar un programa doble con Míster Roberts y El Motín del caine. Y creo que en cuanto a carga ideológica, saldría ganando Míster Roberts.
Hasta cuando quieras, recibe un cordial saludo!